Los amigos de otros viven en barrios con jardines, juegan billar, beben cerveza,
viajan con putas entre sus piernas y la borrachera,
huelen a Calvin Klein y fuman Marlboro.
En sus cocinas hay suficiente leche
y en las mañanas no harán falta naranjas
(hermosos soles en la nevera) para la resaca.
Los amigos de otros,
desean el perro que ladra en sus terrazas
y el domingo viajan a sus fincas
con la máscara recién lavada
para ver transcurrir la vida entre la piscina
y el recuerdo de la niña que rompieron el viernes anterior.
Mis amigos en cambio
viajan en la cola de una sirena entre arrabales y la Vía Láctea,
llevan impregnado el olor a cigarrillos baratos,
a café en la plaza de Bolívar
y nunca tienen una moneda para el teléfono público.
En sus casas una madre, inclinada en la cocina,
hace de una vela y una cruz su propio altar
donde eleva oraciones por nosotros.
Ellos tienen un yo le presto,
yo le gasto,
yo lo invito,
porque el dinero es agua en sus bolsillos.
Mis amigos creen que no lo sé,
pero cada amanecer recogen mis fragmentos de sueños, llanto y poesía…
y me arman antes que pueda decirles gracias.
Poema del Escritor Juan Carlos Acevedo
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