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Bogota, Colombia
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viernes, 6 de mayo de 2011

MI VIAJE A ESPAÑA, Parte 2



UN SUEÑO QUE COMIENZA

España, veranó y rumba…


5. El viaje...

Por fin, después de la ansiedad, llegó la hora del vuelo, ya adentro en la sala de abordaje, hice las últimas llamadas a mi casa. La espera no fue muy larga y las llamadas igual fueron cortas. De pronto nos llamaron para ingresar al avión. Solo con la maleta de mano y mi bolso me dirigí a esta travesía, la de cambiar de Continente. Nunca había estado en un avión tan grande, solo había realizado viajes en vuelos nacionales y la verdad, amigos, se nota la diferencia. Los aviones nacionales son mas pequeños, tienen un pasillo estrecho, pero los vuelos internacionales tiene aviones con dos largos pasillos. Busque la silla 21 C, la que tenia asignada y dejé todo mi equipaje en el maletero. A mi lado, por compañero de vuelo, viajaba un muchacho peruano. De una contextura alta y delgada me llamo mucho la atención porque tenia un cabello mono y largo hasta los hombros muy bien cuidado, en su aspecto físico parecía una persona de 24 años muy simpático y como dirían las españolas muy guapo, me agrado mucho que no fuera una persona mayor y con cara de aburrida con la cual compartiría mi viaje pero con el viajaría desde el momento en que salimos hasta mi llegada al Aeropuerto Internacional de Barajas convirtiéndose en mi confidente.

El vuelo hizo una escala en Cali, en el Aeropuerto Internacional Alfonso Bonilla Aragón, la parada era técnica, lo único que hacían era llenar de combustible el avión y luego terminar de llenar la aeronave con más pasajeros que viajaban igual a España. Una escala que demoraba tan solo dos horas, y por fin, entraron los auxiliares de vuelo repartiendo los audífonos, la cobija y la almohada que se convertirían en unos muy buenos aliados durante el viaje.

La espera terminó y el piloto nos dio la información de lo que seria el viaje con destino España. Explicado como funcionaba el sistema de entretenimiento (debo aclarar que eso me gusto mucho de la Aerolínea Avianca, a diferencia de otras aerolíneas donde cada persona no tiene este sistema de entretenimiento, esto lo supe por los comentarios de mis compañeros del curso, días después en nuestro encuentro.). Bueno era fácil de manejar, podías poner películas, videos, música, USB, juegos y lo único critico de todo un mapa que mostraba el recorrido del vuelo, creo que durante esas 10 horas la verdad era muy poco lo que se movía el punto de avance. Varias veces cuando lo vi pensé: si se cayera el avión, en este momento, no hay hacia donde ir… solo se veía agua a nuestro alrededor.

No sentí el vuelo. Fue cómodo aunque hay momentos en que se torna aburrido y cansón. Lo que menos me gustó es que las sillas son un poco incomodas para dormir, entonces no pude dormir. Además, mi horario estaba ajustado a las horas de la tarde y estoy acostumbrada a dormir tarde por esa razón menos tenia sueño. Apagaron todas las luces, bajaron todas las ventanas después de la comida y toda la gente a dormir. Yo, en cambio, me puse a ver dos películas una: El día de San Valentín -hace mucho quería verla y para fortuna mía estaba en el sistema de entretenimiento- me pareció muy linda y muy buena elección. La otra Como entrenar a tu Dragón una película de animación que había estado hace poco en cartelera.


También escuché música, jugué un rato quien quiere ser millonario con mi vecino cuyo nombre era Raúl, pero la verdad estábamos parejos en las preguntas. Más tarde estuve leyendo un libro de poemas que me habían regalado antes de mi partida el libro de Juan Carlos Acevedo Ramos, cuyo título es Los Amigos Arden en las Manos, lo leí todo en ese vuelo. Disfruté cada uno de los poemas y hasta tuve tiempo para leerle un poema a mi compañero de viaje. Cuando me pregunto ¿qué leía? y le respondí, me dijo: - Me gusta la poesía, léeme el que más te gusta. Le leí precisamente el que da título al libro, el poema se llama Los Amigos Arden en las Manos y empieza así:

Los amigos de otros

viven en barrios con jardines, juegan billar, beben cerveza,

viajan con putas entre sus piernas y la borrachera,

huelen a Calvin Klein y fuman Marlboro.

En sus cocinas hay suficiente leche

y en las mañanas no harán falta naranjas

(hermosos soles en la nevera) para la resaca.

Los amigos de otros,

desean el perro que ladra en sus terrazas

y el domingo viajan a sus fincas

con la máscara recién lavada

para ver transcurrir la vida entre la piscina

y el recuerdo de la niña que rompieron el viernes anterior.

Mis amigos en cambio

viajan en la cola de una sirena entre arrabales y la Vía Láctea,

llevan impregnado el olor a cigarrillos baratos,

a café en la plaza de Bolívar

y nunca tienen una moneda para el teléfono público.

En sus casas una madre, inclinada en la cocina,

hace de una vela y una cruz su propio altar

donde eleva oraciones por nosotros.

Ellos tienen un yo le presto,

yo le gasto,

yo lo invito,

porque el dinero es agua en sus bolsillos.

Mis amigos creen que no lo sé,

pero cada amanecer recogen mis fragmentos de sueños, llanto y poesía…

y me arman antes que pueda decirles gracias.

Realmente quedo fascinado con el poema que le leí y a el dio una respuesta agradable y linda que me robo un sonrisa cuando dijo -que bien escriben los colombianos- y copio el nombre de mi poeta favorito en la portada de una de sus revistas.

El resto del viaje hablamos un rato, me estuvo contando sus historias de surfeado, el arte de deslizarse sobre las olas del mar de pie
sobre una tabla y me mostró revistas, claro, revistas donde el salía en concursos porque lo practica profesionalmente y esto era una de las cosas que lo llevaba a España. Tuvimos una buena conversación, en éstos espacios uno tiene tiempo hasta de averiguarle la vida a las personas que viajan con uno.

Después de todo esto pude por fin dormir un rato. Creo que logré dormir dos horas hasta que llego el desayuno. Desayunamos delicioso y luego me levanté a caminar un rato, haciendo lo mismo que hacían las demás personas quienes se levantaban y caminaban dándole la vuelta a los pasillos del avión para lograr estirar un poco las piernas. Es una buena terapia en un viaje tan largo.

Por fin comenzamos a ver la luz del día. Es como si en viaje pasas de día a noche y de noche a día, se hace un viaje mucho más extenso por eso, pero tu organismo y tu cuerpo dice que son como las 3 de la mañana y el sueño comienza a sentirse mucho mas y el cansancio ya se nota en la cara de los pasajeros. La gente comienza a buscar el baño para arreglarse un poco, peinarse, maquillarse y estar presentable para el arribo a el aeropuerto. Claro está yo también hice lo mismo, me arreglé un poco porque estábamos a tan solo una hora del aterrizaje. Un buen café para despertar después del desayuno y la espera comienza a hacerse más extensa y los nervios de saber que llegas a un país totalmente diferente al tuyo comienzan a notarse más...

6. La llegada a el aeropuerto...

Después de un viaje tan largo y luego escuchar al piloto decir que en pocos minutos llegaremos a la ciudad de Madrid se siente algo maravilloso, aunque los nervios comienzan a aumentar.

Comencé a mirar los documentos que debía entregar a la entrada de inmigración y también a mirar que ya estuviera todo lleno y diligenciado.

La llegada sin inconvenientes, para mi fortuna no me pusieron ningún problema. Me revisaron nuevamente los documentos, me preguntaron cual era la razón de mi visita a España y al estar todo en orden por fin me dijeron: Bienvenida, doña Carolina, al país de España. Desde ese momento comencé a detectar ese acento español que me encantó. Pasé inmigración y comencé a buscar donde era que debía recoger mis maletas. Jamás me había imaginado un aeropuerto tan grande…, el mas grande que conocía era el aeropuerto el Dorado de mi ciudad y de verdad es muy pequeño comparado con el majestuoso aeropuerto que estaba vislumbrando. Los colores, la arquitectura, la tecnología es un cambio muy distinto, claro me sentía un poco asustada por el tamaño del aeropuerto Barajas. Algo que me gustó mucho es su buena señalización por eso era muy fácil llegar al lugar donde estaba las maletas.

Tuve que bajar al rededor de tres pisos, me parecía un aeropuerto gigante y hermoso aunque ya me habían contado como era no creía que fuera tan maravilloso, las escaleras eléctricas, las barras deslizadoras en el piso, la gente, y yo, solo pensaba en mis maletas y si iba por el camino correcto.

Mi asombro llegó cuando me di cuenta que el camino se había terminado y tenia al frente una línea de metro, en ese momento si me asusté, y como buena turista le pregunté a un policía si debía tomarlo para ir por las maletas o si era que ya me había perdido. Su respuesta fue: -Si, debe tomarlo para ir por sus maletas. Bueno, me subí y fui en busca de mi equipaje. El recorrido tardó 10 minutos para llegar a otra parte de el aeropuerto, seguí nuevamente los avisos de señalización y por fin encontré los espacios donde entregan las maletas. Busqué cual era la barra de mi vuelo y por fin después de una corta espera vi mis maletas acercarse. Las tenía identificadas con una cinta de banderita de Colombia en la parte de arriba, las recogí. Las subí al carro y pasé por la última revisión de equipajes. Un policía las reviso, las pasaron por la última máquina y nuevamente me dijeron: -Bienvenida a Madrid. Ya tan solo una puerta me separaba de un nuevo país nuevamente ordene las maletas y a conocer España.

7. El encuentro...

Al pasar esa puerta me sentí un poco perdida y confundida no sabia lo que me esperaba. Mi primera reacción fue buscar a mi tío pero no lo veía por ningún lado. Cuando de pronto, vi una mano alzada que me llamaba, y, un grito que decía: ¡Carolina!. De repente la vi. Era mi amiga Sonia Ortiz quien me llamaba. Una compañera del colegio que hacia 5 años se había ido a vivir a España y desde entonces no sabia nada de ella. Un mes antes de mi viaje volví a hablar con ella y le di los datos de mi arribo para que supiera. Fue una grata sorpresa y una generosidad que en el trabajo le permitieran estar a la hora de mi llegada en el aeropuerto. Sentí una alegría muy grande al verla, estaba igual, como mi memoria la recuerda en la época del colegio. La verdad no ha cambiado nada. Bueno, solo que ya era una mujer casada y con una fuerte adopción de ese acento español que suele ser muy contagioso.

Respecto a mi tío, no lo veía por ningún lado y recuerdo muy bien haberle dicho la hora de llegada. Además, debo agregar que llevaba casi seis años sin verlo y tenía muchas ganas de abrazarlo.

Como él no llegaba nos acercamos a una cafetería a tomar algo cerca de la salida de pasajeros por la cual hice mi arribo. Nos sentamos a echar carreta como se dice, tuvimos bastante tiempo para hablar para que me contaran todas sus travesías y su historia de la llegada a ese país. Yo le conté sobre la decisión de mi viaje y de lo que iba a estudiar. Pasaba el tiempo y nada que mi tío llegaba. Me sentía un poco asustada de pensar que no llegaría a recogerme, hasta que Sonia me dijo la famosa frase: -No tienes un móvil al cual llamarlo?, yo la miré con cara de no entiendo. Soltó la carcajada y me dijo: - Celular, es que acá se dice de esa forma. En ese momento me di cuenta que muchas cosas eran diferentes y que tendría que enfrentar muchas cosas que para mi serian extrañas.

Recordé que en la maleta llevaba los papeles que me habían pedido en la embajada que había un número de contacto de mi tío, llamamos y nos dijeron: -Ratón (como se le dice de cariño a mi tío) acaba de salir al aeropuerto por ahí en una media hora ya esta recogiéndote. Me contestaron del teléfono del taller donde trabaja pero luego les contare esa historia.

Mi tío apareció a eso de la una de la tarde, dos horas después de mi llegada. Fue muy fácil reconocerlo porque el sigue siendo muy colombiano. Llegó al aeropuerto con un sombrero de cuero como el que usan los llaneros y un carriel al hombro. Su aspecto igual, como desde el día que dijo me voy a España, de eso hace ya casi doce años. Estaba igualito, apenas lo vi lo llame. El abrazo fue súper gigante y la felicidad más. La verdad tenía muchos recuerdos lindos de él desde mi infancia, sobre todo la del tío consentidor. Llegó acompañado del hijo del jefe; un joven de unos 24 años, hijo de colombiano y se le notaba aunque los dos tiene algo de ese acento. Se nota que siguen siendo muy colombianos. Los presenté con mi amiga, mi tío se disculpó por llegar tarde y nos despedimos de mi amiga, eso sí, dándonos el numero de móvil para poder comunicarnos en España. Me despedí con un abrazo muy grande de Sonia y con una felicidad de haberla vuelto a ver y por supuesto agradeciéndole el haberme recogido. No sé como me hubiera sentido si ella no hubiera estado con esa demora de mi tío.

Recogimos la maleta y nos fuimos en busca del coche, como llaman al carro, porque en España carro es el de hacer mercado o el de las compras -para que suene mas a sus términos-, caminamos mucho porque si el aeropuerto es gigante que decir de los estacionamientos; hasta que por fin llegamos donde estaba una camioneta muy linda y grande de color verde, nos subimos en ella y rumbo al lugar que seria mi casa durante los próximos 2 meses.